viernes, 3 de agosto de 2007

MEDIACIÓN. Seis casos que terminaron bien.

Casos de Capital Federal.
Polvo y suciedad, un mal para sus pulmones.
Un vecino con problemas de salud vivía en un edificio mal mantenido. La suciedad y el polvillo que se desprendía de las paredes afectaba sus vías respiratorias. Entonces, se presentó ante la Defensoría y pidió una mediación. Cuando le explicó el caso a sus vecinos, estos lo entendieron y aceptaron pagar un poco más de expensas para arreglar y pintar las paredes de los pasillos y espacios comunes. También se comprometieron a mantener más limpio el lugar.
El perro de la casa de al lado no los dejaba dormir.
Una familia tenía un perro en su casa. Durante el día, cuando los padres se iban a trabajar y los chicos estaban en el colegio, la mascota los extrañaba: ladraba y aullaba sin parar. Los vecinos de la casa de al lado ya no sabían qué hacer para poder dormir la siesta. Tras algunas discusiones, en la mediación combinaron que la primera familia, en lugar de dejar al animal suelto en el patio, lo iban a encerrar dentro de la casa. Así, los ruidos disminuyeron, y ambas familias quedaron conformes.
Cantaba el Do de pecho a las tres de la madrugada.
Un cantante lírico se mudó a un edificio. Por sus diferentes ocupaciones, sólo podía ensayar de noche, cuando regresaba a su casa. Se quedaba afinando hasta las 2 ó 3 de la mañana. Pero la vecina del departamento de abajo se hartó de los do de pecho de su vecino cantor, y las discusiones se hicieron cada vez más frecuentes. Finalmente fueron a mediación y llegaron a un acuerdo: combinaron horarios para que el tenor pudiera ensayar hasta cierta hora, no más.
La disputa por las obras para arreglar el edificio.
Los vecinos de un edificio antiguo tenían que reparar el frente para evitar caídas de revoque y posibles accidentes. Pero a la hora de elegir el arquitecto que se iba a encargar de la obra y de definir el presupuesto que debían pagar, no lograban ponerse de acuerdo. A uno de los vecinos se le ocurrió ir a mediación, y los demás aceptaron. En las audiencias, y ayudados por el mediador, la gente fue capaz de comparar las distintas propuestas de obra y los presupuestos, y llegaron a un acuerdo.
La antena de teléfono en la terraza del edificio.
Un consorcio permitió la instalación de una antena de telefonía en la terraza del edificio. Pero uno de los vecinos, que pensaba que la colocación era ilegal, se opuso y amenazó con hacer una denuncia ante el Gobierno porteño. Esto le ganó el malhumor del consorcio, y empezaron las peleas. El administrador recomendó que todos fueran a mediación. Allí le explicaron al vecino que la instalación de la antena cumplía con todos los requisitos, y se terminaron los problemas.
Una rampa para poder usar la silla de ruedas.
Un discapacitado se mudó a un edificio, y al poco tiempo empezó a pedir que le construyeran en la puerta de calle una rampa para su silla de ruedas y barandas para poder entrar sin ayuda de nadie. Los consorcistas lo entendían, pero afirmaban que no podían hacerlo porque la plata de las expensas no alcanzaba para la obra. Entonces el discapacitado pidió una mediación. Se resolvió que el consorcio instalaría una rampa provisoria y que iba a empezar a juntar el dinero para la construcción de la definitiva.